lunes, 17 de septiembre de 2007

Música tan profundamente escuchada...

Llevo semanas, podría decir incluso todo el verano, que tengo el mp3 estropeado. Al principio parece que una sobrevivirá a esta catastrófica falta y que se acostumbrará a vivir sin música pero no es más que un engaño auditivo. En ese tiempo donde la pereza me pudo y no arreglé mi aparatito mágico, cambié la música por sonidos de gente charlando, frenazos inesperados, luces en la reciente mañana convertidas en sirenas atrevidas. Gritos y a veces risas. El sonido de un niño durmiendo. Pero hoy me he dado cuenta de que no puedo estar sin ese otro sonido buscado. Ayer S. me dejó su mp3, así que le llené de música para el corto viaje que hago hacia el trabajo a las seis y media de la mañana. Lo llené sobre todo de Mertens, el compositor Wim Mertens, un clásico sin complicaciones, escucharle me ennoblece. Hace que todo a mi alrededor sea bello por muchas imágenes grotestas y raras que una ve en un autobús lleno de desconocidos. Siempre he escuchado a Mertens con cierto fervor, S. y yo fuimos a verle a un concierto a principios de verano y quedamos estupefactas por su directo. En fin, que lo aconsejo a esas tempranas horas donde a sólo nos mueven unos pies aún dormidos que conocen el camino al trabajo. También me he reconciliado con Coco Rosie y Antonhy and the Jhonson, es delicioso. Creo que fue Oscar Wilde quien dijo algo así: música tan profundamente escuchada que uno es música mientras vive.

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