viernes, 11 de abril de 2008

Tres días en Ítaca

Finalmente mi pequeño Ulises volvió ayer de Ítaca -quise decir, París-. El mundo al revés, Ítaca era su reino. Pero digo Ítaca porque para mí fue un viaje que duró siete años más que tres. Allí pasó tres estaciones, es decir siete. Tres estaciones bajo un mismo cielo, casi siete. Un otoño nada más llegar, un invierno el día siguiente y finalmente una primavera apacible en lo que fue su último día. Llegó cargado de un dolor que arrastraba de antes. Esa hermosa ciudad se ha quedado con un poco de su voz y algunos gramos de su piel, pero es tan maravilloso viajar, tiene la misma intensidad, la misma emoción que la vuelta al lugar de donde se partió -esto último sólo se cumple para el que espera-. Es cierto que en un viaje nuestros pies son posibilidades resplandecientes que nos llevan y más tarde nos traen. En un principio podría parecer que cuando viajamos nos quebramos, gratamente, nos descorchamos... y entonces es cuando creemos que nuestra casa es verdaderamente nuestro propio cuerpo, que parece una mujer, esa mujer, y nos basta, que no necesitamos más paredes y dentro de ellas lo tenemos todo... Pero lo cierto es que cuando lo hacemos, cuando viajamos, vamos llenando nuestras sandalias con esa tierra otra que se pega bajo los pies cansados y bajo esa voz rota. Sí, viajar es maravilloso, nos renueva, nos descorcha, desbloquea nuestro cuerpo. Después de tres años, tres estaciones, condensadas en tan sólo tres días, mi pequeño Ulises ha llegado del viaje a Ítaca. Y allí arriba, aún en vuelo, el cielo que la devolvía decidió quedarse con algunas notas de su voz y algún que otro gramo. En su ausencia hice telares y telares de palabras, rizaba letras una y otra vez, tejí y destejí poemas. Vuelve y a pesar de esos gramos menos que pesa su cuerpo, su febril frente, de su voz rota convertida en carraspeo, y de mi gran producción de palabras, vuelve con ojos más sabios que aún tienen mucho que contar...
Como Penélope le dedico esta Ítaca de Cavafis, -su París particular- mientras, su cerebro va volviendo. Y me adueño de su regreso y con ello también de una foto especial de cerezos con Notredame al fondo. Y digo especial porque delante de ese árbol florido están sus ojos febriles pero victoriosos, que apuntan constantemente hacia ese Notredame, su Ítaca, al fondo, su reino, directos...

Cuando te encuentres de camino a Ítaca,
desea que sea largo el camino,
lleno de aventuras, lleno de conocimientos.
A los Lestrigones y a los Cíclopes,
al enojado Poseidón no temas,
tales en tu camino nunca encontrarás,
si mantienes tu pensamiento elevado, y selecta
emoción tu espíritu y tu cuerpo tienta.
A los Lestrigones y a los Cíclopes,
al fiero Poseidón no encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si tu alma no los coloca ante ti.

Desea que sea largo el camino.
Que sean muchas las mañanas estivales
en que con qué alegría, con qué gozo
arribes a puertos nunca antes vistos,
deténte en los emporios fenicios,
y adquiere mercancías preciosas,
nácares y corales, ámbar y ébano,
y perfumes sensuales de todo tipo,
cuántos más perfumes sensuales puedas,
ve a ciudades de Egipto, a muchas,
aprende y aprende de los instruidos.

Ten siempre en tu mente a Ítaca.
La llegada allí es tu destino.
Pero no apresures tu viaje en absoluto.
Mejor que dure muchos años,
y ya anciano recales en la isla,
rico con cuanto ganaste en el camino,
sin esperar que te dé riquezas Ítaca.

Ítaca te dio el bello viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene más que darte.

Y si pobre la encuentras, Ítaca no te engañó.
Así sabio como te hiciste, con tanta experiencia,
comprenderás ya qué significan las Ítacas.

8 comentarios:

Ana María Espinosa dijo...

Nuría:

Desde luego tu comentario no despinta para nada con este monumental poema de Cavafis.

Exquisito romanticismo el tuyo.
Buen fin de semana Nuria.

Gracia Iglesias dijo...

Desde que leí este poema de Cavafis por primera vez, hace ya muchos años, no dejo de pensar en él cada vez que me aventuro fuera de la seguridad de mi hogar. Hay personas que necesitamos convertirnos en Ulises cada cierto tiempo para querer más a Penélope cuando volvemos a casa y para llenarnos de esa Ítaca que, como tú bien dices, no está en el regreso, sino en el viaje.

Pilar Iglesias de la Torre dijo...

una satisfacción doble para mí, como te dije, la comprobación de coincidencia territorial y de gustos...........y un honor entrelazar los enlaces de tu blog, del que ahora mismo pongo el hipervínculo en el mío

¡cuánta razón estas palabras tuyas........cuanto más largo el camino y más recovecos en su composición, mayor la experiencia vivencial....mayor la vida!

un besazo desde esta meseta.......Pilar

Anónimo dijo...

Nuria la espera es incertidumbre, inquietud y desasosiego, todo lo contrario se produce cuando la luz del horizonte anuncia la llegada del amado, a esto se llama esperanza, alegría y gratitud por la suerte del destino.
El camino es la vida, y en el roce se van dejando jirones de todo tipo,por eso hay que aprender a esperar en la esperanza.

SATSUMA dijo...

Cuánta inquietud y que larga la espera pero que maravillosos los encuentros llenos de ansiedad, ilusión y hogar.
Qué precioso poema de Cavafis.
Besos y buen finde Nuria.

Ángel Fondo dijo...

Muy honrado con tu visita te ruego disculpes la tardanza en venir a saludarte.

Parece que ambos adoramos a Satie , y también que la poesía nos une como sólo los que amamos y necesitamos de ella para respirar podemos entender.
Tu texto es exquisito y refleja todo el espíritu viajero, explorador, vital e incluso audaz que inunda a quién mira observando, alimentándose de los paisajes nuevos

Anónimo dijo...

No sé si por "herencia familiar", o por inicie el viaje como Ulyses varias veces y varias veces retorné a Itaca, pero de mi último viaje todavía no he regrasado, me quedo con el último verso "Itaca no te engañó"

nuria ruiz de viñaspre dijo...

Ana
Al final y en estos casos siempre acabamos rozando el romanticismo.

Gracia
Es tan necesario sentirse Ulises-Penélopes en esos momentos del viaje… aunque a veces, sólo a veces, cuando vuelven esos Ulises a los brazos de sus antiguas Penélopes, nos quedemos tan sin palabras…

Pilar
Gracias por tu enlace, seguimos en contacto. Por cierto es posible que te haya visto por los foros del Libertad??? En fin, yo hace tiempo que no paso por allí.

Rafa
Me quedo en tus últimas palabras… hay que aprender a esperar en la esperanza.

Satsuma
Cavafis responde muchas preguntas

Robin
No recordaba haber caído en tu espacio, pero cuando he leído a Satie, todo me ha parecido normal, yo también le adoro.

Rafaela
A veces no es necesario regresar, por eso, porque Ítaca es el viaje en sí, no el regreso