sábado, 7 de marzo de 2009

la capital de la poesía

Ayer volvió a ser un día duro en el trabajo pero finalmente me dieron vacaciones este mes, así que S. que descansaba desde el jueves tarde y yo, que necesitaba sitiar mi cabeza de poesía y despejarla de otras nubes, nos fuimos al Ateneo a la presentación de la Antología de Poesía Capital que publicaba Sial Ediciones y bajo la mirada de Pepe Ramos. Curiosamente Estel Julià, venía a Madrid, así que intercambiamos teléfonos (sólo los números...) a través de rápidos emails y nos vimos allí. Llegamos algo tarde por lo que no pudimos charlar más tiempo antes del comienzo de la presentación. Nos pareció encantadora. Me trajo un regalo que hoy y desde aquí le agradezco infinitamente, porque es eminentemente ella, y charlamos, no mucho más tranquilas después de la presentación. Le prometimos llamarla en nuestra visita a Valencia a mediados de mes -Viktor, si estás por ahí, decirte que iremos más días-. En fin, que no tardamos en venirnos a casa. Hoy S. se levantaba a las 4 de la mañana para construir dulces en el cielo de nuestras bocas y bastante que acompañó mis pasos hasta aquel lugar, mi dulce diseñadora noctámbula...
En la antología volví a poner rostros a manos que ya conocía. En estos mundos que corren una por lo visto empieza a poner rostro a unas manos para después ubicarlas a una cabeza y no al revés. La nueva era, supongo. En fin, que puse rostro a Esther Muntañola, que me reconoció enseguida ante mi sorpresa cuando se lanzó a saludarme y que considero una iniciadora de todo acto relacionado con la poesía, ya que sólo mirándola una se da cuenta de la música que lleva dentro. Escuché estupefacta a la intensa Bárbara Butragueño, que es como una niña que juega con una granada en la mano en una guerra ajena de soldados desarmados. Pero no como esa fruta del granado apreciada porque cura las gargantas rotas, no, sino como ese proyectil hueco lleno de explosivos inflamables que nos explota en la cara destrozando las gargantas que antaño curábamos con granadas. Pura inocencia incipiente -engañosa- a punto de explosionarnos en la cara no, explosionándonos en la cara. Leyó un par de poemas que me pinzaron por dentro y así se lo dije más tarde. Vimos a Oscar Martín Centeno, que tiene que estar agotado de escuchar la maravillosa voz que nos regala, -me he prometido no volver a repetirlo-, a Aurora Pîntado, con la que coincídí hace siglos en la Fundación Rafael Alberti y que me gustó recuperar ayer aunque fuera por unos minutos... Y a una Cecilia Quílez de la que desconocía manos y rostro pero que tampoco defraudó. Volvimos a casa contentas aunque un poco más magulladas. Las puertas del Ateneo son asesinas y cuando una menos se lo espera se encajan en las orillas de tu cuerpo zarandeántoe las ideas que de allí te llevas, devolviéndote sin más a la realidad de la calle...

Y desde este rascacielos lanzo al aire dos granadas bárbaras de Bárbara

grana-uno

Nadie nunca me enseñó a llorar
y sin embargo parece que el llanto me perteneciera
[que mi cuerpo fuera el único epílogo posible


Es cierto.
He visto pájaros incendiados
sobrevolarme en círculos
y he llorado
círculos concéntricos de luz
y he llorado,
sin oficio ni escuela
ni técnica
ni pretensión alguna
cómo aceptar esta estúpida vocación de llanto
este oscuro animal que me nace y me grita y me exige
………………… si aún no he sentido la sangre de otro
………………… agitarse entre mis dedos
las manos desplegadas de los muertos
las madres ardiendo
los proyectiles
……………. no hay excusa

sólo queda el artificio
la farsa
un harapo sobre otro harapo
algo intermedio entre la sed y mi cuerpo
……………. oscuros animales ardiendo sobre la luz

y yo, agitando las cuerdas con desmayo, extrayendo
sangre de su roce con el viento para que
he aquí de nuevo el llanto
he aquí de nuevo el triste e insípido llanto
de quien nace para narrar el dolor
sin tener dolor que narrar
………………blasfemia


grana-dos

hay hombres haciendo cola para morir en mi cuerpo
niños con botellas ardiendo
barricadas

*lo que suena es Joselyn Pook, que ahora que la recupero, me trae a la memoria alguna que otra nota de Dead can dance.

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