miércoles, 19 de mayo de 2010

próxima estación: órbita cementerio

S. y yo acabamos de llegar del país horizontal de la Almudena. No lo conocíamos. Hemos estado allí desde las cinco de esta tarde, hora perfecta en la que el sol se inclinaba en cada una de las tumbas, nichos y nombres que hemos visto. En principio íbamos a ir a una demostración en una librería gastronómica pero de camino a casa S. me contó su plan mientras farfullaba las palabras "órbita cementerio". En cuanto me lo dijo me dispuse inmediatamente a subirme a ese tren antiguo. Llevo casi 12 años en madrid y hasta hoy no lo llegué a pisar nunca. Es una micrópolis estructurada en gradas o plantas y que llevan nombres como mesetas, altos, etc. como si de un gran edificio se tratara. Todo un país concéntrico.

Cuando viajo suelo ir a los cementerios de todos (o la mayoría) de los lugares que piso. Me gusta visitarlos aunque cuando salgo de ellos corroboro la idea antigua de que exijo ser quemada, quise decir, incinerada. La oscuridad me asusta y la tierra aún más así que prefiero que hagan fuego con mis huesos quietos.

la carne se tambalea
la superficie cede
(*órbita cementerio)

A pesar de esta idea antigua mía de negarme incluso en muerte a que me encierren entre esas raíces, podría estar en esos lugares horas y horas. Hay mucha más vida que en cualquier otro rincón. Hemos visto un conejo, lagartijas, un gato, infinidad de palomas que se aposentaban en alguna estatua deshojada. Allí conviven con sus latidos tumbas importantes, tumbas de esos otros "nadies" como diría Galeano, cruces que parecen anclas que anclan al capitán de un barco encallado a esa tierra-mar de por muerte. Imposible "levar anclas". Tumbas envejecidísimas que fondean más allá de lo vivo con sus losas levantadas, partidas, vestidas de inquietante musgo y que dejaban ver casi impúdicametne el estado físico de una tierra que antaño cubrió unos huesos. En ese agujero negro mi ojo curioso me obligaba a asomarme a la sima, así que yo hundía mis ojos y mi nariz en esa salvaje estancia descuidada mientras oía a S. decir de lejos que qué diantres estaba haciendo...

estas dos fotos de S. me han parecido muy curiosas, me vinieron a la mente las constructoras, el día a día, las casas a medio construir tras su derribo, sin jardines ni flores, huecas, vacías, anónimas, tristes como el perro abandonado, como si el mundo entero hubiera sufrido un terremoto, una hecatombe, luego, las casas recién reconstruidas, la mañana, con las ventanas al exterior vestidas de flores, con un poco más de vida en unos nombres grabados en los dinteles de unas pueras que irónicamente jamás se abrirán a nadie... qué eufemismo...

y mientras escribo esto S. dice en alto "epicureo" (está leyendo un libro de gastronomía antigua) y pienso que sí, que debiéramos de pasar por la vida como pasó Epicureo, abandonándonos a la pura cosa, al simple placer...

...
estallido

giras sin billete en un carrusel de planetas
y junto a éste -de gorra- en un torbellino de galaxias
en unos tiempos tan vertiginosos
que nada aquí en la Tierra llega ni siquiera a moverse
W. Szymborska


en realidad sabemos
que el mundo es un esqueleto en sí mismo
enjambre de lo blando hecho hueso atormentado
áspero y tieso cementerio de dientes
y esos huesos calcificados mordidos por bestias

en realidad sabemos
que somos nidos de zarzas sin arista
partículas de un oxígeno que cicatriza
las muescas de nuestra memoria detenida

así que coge la parte blanda de ti
coge la parte viva
tu sexo tu mano tu espina
tu piel rosada tu arista tu no-memoria
coge el dolor saliente de tu pliegue tu locura
coge lo blando y ruge
ruge antes de que la tormenta estalle sobre tu lomo


*mi órbita cementerio
*foto de S. en ruta Valladolid-Madrid
*el resto de las fotos también de S.

2 comentarios:

Laura Giordani dijo...

promete Nuria, promete. Ahora entiendo mejor el título del poemario. Es impresionante ese espacio, seguro que de allí saldrán más poemas.

Un abrazo muy fuerte,

Laura.

alicia dijo...

Qué curioso, Nuria... Tengo una foto hecha en el mismo cartel de Órbita. Una vez incluso tuve la curiosidad de entrar en él. Parecía Comala de ladrillo y chapa. Solo unas sábadas infladas de viento se dejaron fotografíar.
Abrazos