sábado, 6 de noviembre de 2010

cartografía de orejas y fetos

dicen que la forma que coge nuestra oreja una vez aderezados como personas es el feto invertido que fuiste. que la disposición de la primera es casi mágicamente idéntica a la posición fetal invertida que tomábamos en el útero, y si lo pienso, es una de las posturas predilectas a la hora de dormir. la memoria es silenciosa. silenciosamente prodigiosa. los lóbulos de unas serían las paredes o los bordes del útero. por tanto, siguiendo dicha ecuación, a lóbulos gruesos le corresponderían paredes gruesas de útero y a lóbulos finos, paredes finas.

órganos y entrañas vinculados a través de vasos comunicantes. como si cada órgano tuviera asociado matemáticamente una entraña. esto me trae a la memoria a los griegos que consideraban el hígado como el órgano del corazón, ya que el término cardíaco hacía referencia al corazón -en griego kardia.

he leído que Aristóteles, por su parte, se dedicaba a observar la regeneración animal en colas de lagartos, serpientes o en los propios ojos de las golondrinas, deduciendo que los órganos humanos más ocultos se regeneraban automáticamente. se curaban por sí solos. Incluso llegó a un argumento bien argumentado. La razón por la que no todos los animales tenían cerebro pero sí corazón, como los invertebrados. Incluso los babilonios, creían que el hígado era el centro del cuerpo, de la vida, por ser una masa enorme, informe e inmóvil pero llena de sangre quieta en animales y hombres.

así que no es metafórico decir que la oreja es nuestra cartografía embrionaria, como si fuera una instantánea del feto que formábamos en nuestros respectivos úteros maternos. nuestro mapa auricular. a mí esto me parece precioso y creo en ello como creo en los posos del café, así que cuando voy en el metro o charlo con amigos o descubro rostros nuevos en amistades recientes que una desea preservar, es inevitable buscar con ojos sus orejas lanzadas al aire a veces, otras enterradas amorosamente bajo una manta de cabello lanzada a ambos lados. una vez descubiertas, elucubro topográficamente -esto es, sin verlas- cómo sería esa persona antes de ser persona, cómo sería el embrión de ese ser que tengo enfrente. su aspecto casi casi antes de nacer. mi cabeza entonces va creando mapas de embriones de todos aquellos con los que me cruzo, y juegan a saber si eran o no hermosos en ese país sombrío y confortable, el útero. y si no, ¿no es exactamente nuestra oreja como el vientre materno conteniendo el feto?

apuesto por ejemplo a que orejas afiladas y enfiladas hacia arriba desencadenan en seres igual de afilados, intelectualmente hablando y hasta traviesos como aquellos antiguos elfos, dioses menores que vivían en los bosques. apuesto igualmente que serían igual de desconfiados que estos seres diminutos. y que aquellas orejas más redondeadas, serían más de seres sociables, más afables, pues lo redondo siempre es afable ya que no tiene vértices ni esquinas ni espinas.

en definitiva, que tenemos la inmensa suerte de disponer de una instantánea gradual y descubierta al mundo -como descubiertos están los genitales de los animales-, de cómo éramos cuando no éramos.

dime qué oreja tienes y te diré qué feto fuiste

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Una vez leí algo en un tratado de fisiognomia--se titulaba así el libro--de Julio Caro Baroja...Por ejemplo: las mujeres con las narices pequeñas son obedientes y los hombres también, en la medida de lo posible.
Por la forma de la frente se podía llegar a saber si un hombre se iba a convertir en un aseino...eso era lo que más me inquietó del libro...los dibujos eran muy buenos...
Las mujeres saben que los hombres con cara de imbéciles, lo son...y los hombres saben que las mujeres con cara de putas, lo son también...en sentido real o figurado. Pero no pasa nada, hay que aceptar a la gente y, a ser posible, quererla.
Me ha parecido un texto muy tierno, éste que has escrito...
Me subscribo a ti.

Anónimo dijo...

Vaya sarta de gilipolleces