sábado, 31 de mayo de 2014

en la revista nayagua

por luz pichel
revista nayagua



Kieran Antil, Ciorán, Nabokov, Borges, W. Szymborska, E. Dickinson, Silvia Plath, Juarroz, San Juan, Nazim Hikmet, Pizarnik, Stanislaw Jercy Lec, Marta Agudo, T.S.Eliot, Rebeca Horn, Thomas Bernard, Canetti, Linda Hogan, Bécquer, Filolao, Clae Andersson, Goethe, John Ashbery, la otra en el espejo, los lectores. Son los invitados a esa  casa del lenguaje que es Pensatorium, el último libro de Nuria Ruiz de Viñaspre, un espacio de conversación desde la contradicción y desde la duda, un amplio salón donde se sirve rico lenguaje rico. Los invitados son muchos y el diálogo con ellos o con sus textos, como en las buenas conversaciones, trabaja sobre el matiz. Estamos en un lugar abierto, un salón donde se hace vida, donde se abren ventanas para que entre frescura y luz y para conjurar la muerte y la tristura.

Lejos de los modelos textuales que se podrían esperar de un título así, aquí hay aforo pero no aforismo. Pensar no significa dar por buena o definitiva ninguna afirmación sino proceder y desplegar. Las conclusiones quedan para el lector. Sobre la mesa  puntos de vista, lados, múltiples lados. La cabeza desnortada del sujeto poético, además de un gesto corporal expresa el desconcierto de la que orienta la mirada, al mismo tiempo, a  los cuatro puntos cardinales y al espacio intermedio y a las grietas. Vivir en el cuerpo del di-lema, se dice, aludiendo a la vez al decir, al lenguaje, hilo grueso del tejido Pensatorium, y a la contradicción  en la que el yo se posiciona inevitablemente cuando hace uso del decir (ya lo he dicho / mi cuerpo se ha posicionado).

Desde el salón donde NRV recibe, acoge, asomándose desde el interior o desde el exterior del quicio del ventanal, según se mire hacia dentro o hacia fuera; tumbándose sobre la espalda o sobre el vientre, según se sueñe cielo o se imagine tierra debajo de la tierra, la imagen del caballo de la portada, que se disuelve,  cobra todo el sentido, como esas formas que giran sobre sí mismas hasta perdernos.

Por eso este poema abre el libro, como un prólogo, como una luz:

El lenguaje corporal del caballo es el lenguaje corporal del lenguaje corporal del caballo es el lenguaje corporal del lenguaje […] Ambos son animales de presa que nacen desde el lenguaje corporal del lenguaje corporal del caballo […] Y cuya supervivencia depende de la habilidad de percibir incongruencias como esta

Por eso este otro lo cierra, como un epílogo, otra luz.

la molécula del olvido es un mecanismo de autodefensa. pero la autodefensa es un mecanismo de aislamiento. pero el aislamiento es la madre de todos los mecanismos. pero la molécula pero el mecanismo pero la autodefensa pero el olvido pero bla bla bla. al final la madre de todas las moléculas es lo mecánico que es todo.

¿Poesía de la desesperanza, entonces? Podría parecer. La mirada sobre el mundo no puede negarse a verlo avanzar hacia su disolución. Saberse voz muerta. Mirar de frente   el final desmoronamiento. Pero desde esa lucidez (qué bien hacemos pensando que un día todo morirá / si no estuviéramos apoyados en este muro de certeza /hubiéramos muerto mucho antes de que llegara nuestra no muerte) la certeza de la muerte  genera deseo,  energía,  brío que atraviesa escritura y cabeza: bienaventurados los cabellos sueltos /de todos los caballos de tus desbocados viajes

No desesperanza entonces, sino lucidez y fuerza ligadas a la necesidad de comprender y a la voluntad de vivir, para  no morir, cervatillas, mirando la vida pasar.

en aquella orilla del río morían al año
cientos de cervatillos
que apagaban por primera y última vez
un ansia que no entendían
se morían de sed se morían
mientras el río seguía su curso entre los juncos

En pensatorim, decíamos, es el procedimiento el que construye. Por eso no hay sentencia sino diálogo, matices. Y el lenguaje no sólo dice o silencia, sino que hace. No somos expertos caballos analíticos sino caballos que son un lenguaje de amor. Pensar como piensan /las líneas de la naturaleza. Ser animal: En tu afán de conocer en toda completud tus lados,/ buceaste en esa sombra hasta ver surgir el voluptuoso animal que llevabas dentro.
Para ello, claro, la poesía elige la carne del lenguaje, su corporeidad. Se habla del lenguaje y se hace lenguaje, hilo grueso del entramado de este libro.

entre la carne del lenguaje y la nada
me inclino más hacia la carne
porque la carne es el ya
y desde ese mismo ya
la nada nada

Desde el momento en que ser humano y palabra se identifican (mi cuerpo es la casa del lenguaje), la persona se reconoce como  materia fónica. En todos los sentidos, existimos en el lenguaje, incomunicados en su oscuridad cuando lo usamos como vínculo social, atrapadas en su redundancia, en su circularidad, en la voz heredada, en su incapacidad mecánica para sacarnos de la confusión. Así es imposible formular nada, dice un verso, habrá que hacer otras cosas con él, hacerlo añicos, dar un salto de pértiga y pasar a otro lado, al lugar donde el lenguaje es lugar de reunión, madriguera que desde el silencio de la respiración fecunda adjetivos imposibles y se convierte en realidad suprema y entonces, visto ya como  escritura, conjura a la muerte con su sola presencia.

Escribo. Escribo y borro. Escribo y borro. Escribo y borro. No un borrón y cuenta nueva. Porque hay borrón pero no hay cuenta nueva ni cuentos. La pértiga es la misma. Escribo y borro para escribir nuevo lo borrado en otra letra. (...)Escribir escribir escribir escribir para no morir morir morir morir para volver a escribir escribir escribir escribir

Ese lugar de reunión en el silencio, en el que la capacidad de significar del lenguaje se recupera (eso parece) y la escritura se hace posible, tiene nombre en Pensatorium. Le caracteriza entre otras cosas la fertilidad. Se llama "soñadero", y con razón, porque algo tiene que ver con la realidad  "sueño" y  sus irrealidades, con los múltiples significados  de la palabra y sus derivados o sus adyacentes metonímicos o sugeridos, como noche, animal, cuerpo, crecimiento, subconsciencia.

En la noche de su cuerpo todo crece. (...)Le crecen lenguajes que son común idioma de bestiarios. Y en esa salvaje candidez de lenguas la mujer-siembra pare docenas de uvas que caminan primigenias por un suelo beodo de cocinas.(...).

Hay un lenguaje en el caballo (fuerza, nobleza, instinto, movimiento) que justifica todas las utilizaciones simbólicas que en este libro se hacen del animal. Hay una fuerza de caballo que recorre la sintaxis del libro, sus distintas capas. Sería largo explicar ese río y sus saltos, pero está, con rápidos y cataratas, y está contradiciendo cualquier interpretación negativista, cargándolo de vida.

No parece que la poesía pueda decir nada muy nuevo si seguimos a NRV (no hay cuenta nueva ni cuentos)  Dice NRV que la labor del poeta es Escribir nuevo lo borrado. Pero es que escribir nuevo lo borrado implica un relato nuevo. Ruiz de Viñaspre escribe en Pensatorium un relato nuevo, una nueva manera (y manierismo hay, aquí, sin duda) de hacer que la lengua signifique, que aporte esa claridad que es imposible en la in/des/anti/comunicación social. La corporeidad de la gramática de NRV llama constantemente la atención sobre sí misma, como un relato antes inexistente. Nos referimos a la gramática de NRV como algo sólo suyo porque, más allá de cuanto admite la Retórica se está rozando un lenguaje-caballo-salvaje que trota más allá de la norma lingüística. Es fuera de lo normalizado donde somos tan libres que el lenguaje nos permite crear, o cualquier cosa, prohijarlo un poco, quererlo, pedirle que nos dé a luz

Paradoja, dilema, calambur, antítesis, aliteración, oxímoron,  paranomasia, diáfora, aliteraciones y analogías todas, rupturas en todos los órdenes, poemas que parecen confusamente deshacerse hacia qué agujero o desaparición, saltos, erratas, música apenas perceptible en su ondulación o en su silencio y que en ocasiones se convierte en objeto y lo hace chocar todo y todo se sonora, fonemas, acentos, sílabas, prefijos, palabras . Nada de todo esto es banal aquí, no son figuras en una lista, no es un relato antiguo, son el relato mismo. Es en la escritura, así entendida, donde está la energía.

Pensatorium exige relectura y, después, relectura. Siempre se abrirá una grieta en la valla del jardín que no estaba en la lectura anterior. Y allá dentro, escondido entre los narcisos que son porque no son, un animalito nuevo buscando madriguera. Eso es lo que pasa, siempre un animalito nuevo y raro.

 

pensatorium en la revista republica cultural

 por alberto garcía-teresa
repúblicacultural

Los últimos poemarios de Nuria Ruiz de Viñaspre se han destacado por una gran unidad formal y temática, por un sentido claro en cada uno de ellos y por un inteligente uso de la expresividad de un lenguaje y una imaginería duras y ásperas, que creaban cierto distanciamiento bien empleado por la poeta para cimentar un discurso crítico sobre la realidad y las relaciones personales. En esta ocasión, la autora pone en marcha un procedimiento de impulso surrealista para mostrar una relación inédita del “yo” y del lenguaje con su entorno.

Pensatorium se trata de un poemario basado en lo espiral, en la reiteración y en el regreso continuo a ciertas formas, expresiones, palabras e imágenes. Nuria Ruiz de Viñaspre despliega constantes juegos de palabras, juegos con lo fónico, a través de versos que se enredan, que contribuyen a construir una atmósfera obsesiva. Con una notable fluidez en los versos, consigue un ritmo irracional, sostenido por esas repeticiones y por una relación sintáctica y una lógica muy libre. De hecho, abundan las secuencias oníricas.
Se trata de un libro de gran poder evocador, muy cohesionado. Se compone de poemas breves, que presentan distintos pensamientos, episodios o entornos. Al respecto, abunda la relación con el otro, especialmente la amorosa. También son frecuentes las reflexiones alrededor del lenguaje; de su naturaleza, de su capacidad y de su resonancia. El lenguaje, por tanto, consta como referente y como mediador entre las personas y el sujeto y el conocimiento del medio. Pero en todos ellos se inserta una alusión al caballo el cual es, efectivamente, la figura central de la obra. En ese sentido, resulta acertadísima la hermosa ilustración de cubierta; ese caballo en movimiento, en caída libre, que se va deshaciendo. Toda la imaginería gira alrededor de él, y se convierte en un anclaje simbólico de gran polisemia, no orientado, que engarza así mismo los textos.

A su vez, la obra deja constancia continua del desborde de la realidad de los marcos en los cuales se quiere encorsetar para comprenderla. Finalmente, de fondo, debe señalarse la existencia de una interrogación existencial, un desconcierto sobre la entidad de la vida y de la muerte, que se alterna con el juego puramente lúdico.

martes, 20 de mayo de 2014

María Antonia Ortega, Julia Otxoa y María Negroni en La Central de Callao

Estimados amigos,

El martes 27 de mayo, a las 19.30 h y dentro del ciclo Tinta Roja de La Central de Callao dirigido por Ana Cibeira, tenemos el gusto de invitaros a la presentación de la nueva colección de mujeres de Ediciones La Palma. eme, escritura de mujeres en español.

Intervendrán en el acto: Elsa López, poeta y editora de Ediciones La Palma, las autoras y los tres primeros libros, María Antonia Ortega (Madrid), Julia Otxoa  (Donostia) y María Negroni (Buenos Aires) y Nuria Ruiz de Viñaspre como directora de la colección.


Notas de prensa: 



Os esperamos

Nº 1. El Emparrado

Nº2. Jardín de arena

Nº 3. La jaula bajo el trapo




viernes, 16 de mayo de 2014

El Emparrado de María Antonia Ortega

A diferencia del discurso poético de Jorge Manrique en las Coplas por la muerte de su padre, aquí se trata de “desvivirse”, pero no de desembocar en el mar, sino de remontar el curso de la corriente, yendo no hacia el final sino al principio. Y en lugar de retornar a La Casa del Padre, llegar más lejos, hasta lo que se denomina La Casa de los Abuelos, concebida en este libro como un arado flotando en el mar, y que se identifica con el lugar de la memoria, y por tanto de la poesía. En este libro se potencia el sentido de la soledad, que casi sustituye a la razón como posibilidad de desarrollo pleno de la conciencia, y cuya capacidad genesíaca es capaz de proyectarse y concebir a mucha distancia. Cuanto más cruda sea la realidad, más suave habrá de volverse la palabra que la alude.



María Antonia Ortega
 
Porque no me he reproducido
multiplicándome,
sino dividiéndome sin fin, sin fin,
en círculos concéntricos hacia dentro.

No he vuelto a la casa del padre,
sino a la de los abuelos,
más lejos todavía.

Quede mi memoria, abuelos,
aunque sea de forma efímera,
entre las ondas del agua
como una corona de flores
o un ramo de novia deshaciéndose,
y no sobre las huellas del barro seco.

No he dado muerte, no he dado vida, no he dado muerte,
no he transmitido la condición mortal;
pero este camino es también tan largo
como el de las generaciones,
y se refleja en algunos rostros
como los padres en los hijos.
Escribo poesía,
escribo poesía
porque he salvado así
la vida de mis hijos.




El Emparrado 
María Antonia Ortega
Colección eme






miércoles, 7 de mayo de 2014

pensatorium en la tormenta en un vaso

por verónica aranda
la tormenta en un vaso

Muchos de los poemarios de Nuria Ruiz de Viñaspre, autora de una amplia y coherente trayectoria, giran en torno a un animal. Si en libros anteriores contemplaba el mundo y establecía analogías a través de los peces místicos o de las vacas, ahora son los caballos los que, a modo de cosmogonía, atraviesan Pensatorium, editado recientemente por La Garúa. El caballo es nobleza y representa la fuerza en su estado irracional. Sus versos emergen con las crines al viento y son energía creadora en estado puro, a la par que imprevisibles. Tan pronto son caballos que giran sobre sí mismos, como alteran el ritmo; ora relinchan y se tensa su musculatura, ora se destensan, adoptando ligereza.
Por otro lado, “Pensatorium” es un lugar de recogimiento, donde la poeta se retira a pensar y hace pensar al lector (No olvidemos que Ruiz de Viñaspre procede de la estirpe de los poetas filósofos). El eje principal sobre el que se vertebra el poemario es el lenguaje y la reflexión en torno al mismo, para acabar llevándonos a lugares “nunca antes pensados”. Otros ejes son casa-cuerpo-carne-amor, que, como la palabra, juegan a sustituirse, ocultarse y llenar huecos. Porque la poeta también hila ausencias, reflexiona sobre la incomunicación que hiere y, al mismo tiempo, nos alimenta. Sobre el idioma, que no deja de tendernos trampas: nos transmite el hallazgo del gozo/ pero también lo tóxico. El lenguaje es la realidad suprema pero a través de él nos es imposible alcanzar la verdad universal, expresar lo inefable. Todo es susceptible de cambios, dando resultados irreales, puesto que no dejamos de ser seres dislocados, desplazados de un centro. Son versos transidos de nihilismo: nada cabe en nada y nada duele tanto como el reconocerse sin las desoladas alas desaladas.
Estamos ante un pesimismo vital de raíz barroca, como neobarroca es la poética de la autora, su ingenio y los recursos que utiliza: paradojas, hiperbaton, adjetivación arcaica o el empleo de la ironía para tomar distancia y aferrarse al lenguaje como una verdad a la que asirse en medio del sin-sentido. “Escribir para no morir”, porque en el envés del lenguaje está su dimensión de ensoñación.
Los poemas metafísicos se alternan con poemas que nacen como un divertimento y aligeran el tono solemne del libro, como es el caso algunos poemas amorosos: qué rara intimidad/ volver a besar el quicio/ de tu desquiciada boca o los poemas glosados a partir de una cita o guiño a algunos de sus autores de cabecera: Holan, Cioran, Alejandra Pizarnik, T. S. Elliot, Goethe. Ruiz de Viñaspre es una maestra de los juegos de palabras, que aparecen de forma reiterada en sus poemas. Crea neologismos, da vueltas a sus posibilidades fónicas, sus descargas eléctricas, invoca a Bach para traernos toda su dimensión musical. Como el propio pensamiento, entra en espiral, dice contradiciendo. Se sobrevive dentro del caos, la escritura nos ayuda a reinventar más de una certeza. La palabra comienza y acaba en el silencio, de ahí la importancia de las elipsis y de la metapoesía a modo de tratado, a medida que nos adentramos en Pensatorium.
Como dice la poeta gallega Luz Pichel en el brillante prólogo: «En el lenguaje y en todas sus opacidades se sobrevive, en el cuerpo, en el giro, en el gesto, en todo ese no ser de la palabra. Hay una fuerza ahí que todo lo salva». De ello da grandes muestras Viñaspre en este libro, empleando ese lenguaje corporal del caballo que tensa la cuerda.